El misterio que envuelve al Séptimo Arte tiene cosas como esta: durante décadas, perduró una leyenda sobre un miembro del rodaje de El mago de Oz y su trágica muerte en escena.
Igual que sucede con el grupo de científicos y arqueólogos que se vieron acechados por la maldición de Tutankamon, rodeados tras el descubrimiento entre misteriosas desgracias y muertes prematuras, esta película está salpicada de un halo gafe. Desde las graves quemaduras sufridas por la bruja del Oeste al filmar una explosión ó la intoxicación con el polvo de aluminio que utilizaban como maquillaje para el hombre de hojalata (quien debió ser sustituído por otro actor), hasta llegar al suicidio del que nos ocupamos ahora, la grabación transcurría de sobresalto en sobresalto.
Quizás por publicitar la cinta y preservar el misterio, la Metro-Goldwyn-Mayer nunca aclararó el asunto, dejando engordar el rumor de que uno de los muchos enanos que participaban en el rodaje se había suicidado y podía ser visto balanceando en un arbol al fondo del decorado.
Hoy día, como en tantas otras cosas, los adelantos no dejan mucho espacio al misterio, pues las técnicas modernas para el análisis de la imagen permiten apreciar que se trata del aleteo de una de las grullas utilizadas en la ambientación de la toma. De cualquier forma, cada cual puede creer lo que prefiera, porque el éxito del cine reside, en parte, en que al pasar por el filtro de los ojos de cada uno de nosotros, toda película pasa a ser un poco nuestra y desde entonces en ella se muestra sólo lo que nosotros creemos/queremos ver.
2 comentarios:
Sí, ya había oído hablar yo de este rumor, qué cosas. ¿Y si te digo que ésta es una de tantas películas que aún no he visto entera? Increíble, pero cierto,con lo que me gusta a mí el musical americano...
Pues a mi me pasa lo contrario. Vamos, que me cuesta bantante entrar por el aro del género musical, aunque con El mago de Oz y alguna otra puedo hacer una excepción.
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